"El
sabio sopesa las palabras en una balanza de oro"
(Cita
bíblica)
Las
palabras tienen poder. El lenguaje nos libera, nos define, nos construye. Eric
Idle dijo "Los palos
y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras pueden llevarme a un
rincón y hacerme llorar por horas". Tanto mis palabras como
las de otros tienen un impacto en quien las escucha.
Inmersos
en nuestra cotidianidad muchas veces nos dejamos llevar por el cansancio, el estrés,
el abatimiento e iniciamos conversaciones que derivan en discusiones en
ocasiones desencadenadas por muchas veces por trivialidades.
Si
nos dejamos llevar por la necesidad de refutar los argumentos del otro, de imponer
nuestra verdad, de enfatizar el error, de defendernos, al calor de la
discusión, corremos el riesgo de encontrarnos en una situación en la que ya no
hay retorno, o se cede al silencio a menudo cayendo en frustración con el
consecuente deterioro de la comunicación o se cae en un círculo vicioso de
agresiones y arrepentimientos.
El
acuerdo total no existe, a veces pareciera existir un abismo entre las
definiciones contenidas en el diccionario y el significado que tienen para cada
uno de nosotros las palabras.
Hagamos de nuestras palabras instrumentos de paz y no de guerra.
Asumir
que sabemos lo que el otro quiere decir y que el otro entendió lo que queremos
decir es uno de los principales obstáculos de la comunicación. Tenemos que
tomar la responsabilidad de nuestras palabras y de que el mensaje llegue como
queremos.
El
reto es tratar de indagar, comprender y expresar lo que significa lo dicho para
quien lo dice y para quien lo escucha.
Imbuir
a las palabras y dotarlas de la intención sincera y honesta de hablar desde
nuestro interior puede mejorar nuestra comunicación y enriquecer nuestras
relaciones.
De
igual relevancia que las palabras, los siguientes factores contribuyen a
mejorar la calidad del mensaje:
·
Hablar
desde nosotros en vez de señalar al otro.
·
Desarrollar
la serenidad y la cortesía. Antes de permitirnos entrar en un estado de
alteración, conservar la calma, hasta escuchar el mensaje completo.
·
Ser
directo y conciso, en ocasiones el exceso de explicaciones, divagaciones o
ejemplos desvía el enfoque de la conversación.
·
Suprimir
los juicios, las críticas y las quejas. Si no es amable y bueno, es mejor no
decirlo.
·
Evitar
dar consejos o decir que "deben" o "deberían" estar
haciendo los demás.
·
Evitar
ser rudo, agresivo o hiriente, así como tratar de mostrar superioridad, sarcasmo,
desacreditación o desinterés.
·
Liberar
la necesidad de que los demás estén de acuerdo con uno y tener la razón.
·
Verificar
que el mensaje ha sido transmitido conforme a lo deseado a fin de evitar malos
entendidos.
La
comunicación además involucra otros dos aspectos de igual trascendencia.
Escuchar
lo que el otro tiene que decir con verdadero interés, con atención, sin
interrumpir ni adivinar lo que el otro va a decir, sin completar sus frases y
evitando distraer la mente con lo que le vamos a responder.
La
comunicación no verbal comprende la mirada, el tono de voz, la cercanía
corporal, los movimientos corporales, la gesticulación así como la postura.
Buscar la coherencia entre las palabras y el lenguaje corporal conlleva una
mejora en la transmisión de nuestro mensaje.
"Las palabras sin afectos nunca
llegarán a oídos de Dios".
William
Shakespeare
CPC210612