"La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo."
Galileo Galilei
La inscripción en
el antiguo Templo de Delfos de la antigua Grecia que recita “Conócete a ti mismo”, nos insta a
darnos cuenta de quienes somos, en quienes nos hemos convertido, cómo actuamos,
cómo nos conducimos, que nos hace sentir mal, que nos hace sentir bien, que
hábitos tenemos, que nos disgusta que deseamos para nosotros, entre muchas
otras cuestiones importantes.
Aceptar nuestros puntos débiles e ir más allá de nuestros errores y fracasos,
de nuestra historia personal y sufrimiento, construye el amor a uno mismo.
Mantener una imagen positiva de uno mismo, más allá
de lo que nos agrade o no de nuestro cuerpo físico, más allá de lo que se hace
y lo que se piensa, de lo que se es y lo que se puede llegar a ser.
Alimentar confianza en uno mismo, la seguridad y fe en nuestras capacidades y
habilidades personales, más allá de nuestras limitaciones y las raíces de
nuestra fragilidad.
Aprender a
aceptarnos requiere el valor de dejar atrás creencias y juicios que hemos
formado de nosotros mismos a través de los comentarios de los demás o de las
expectativas que nuestros padres depositaron en nosotros. Somos lo que somos.
No significa negar nuestra posibilidad de mejorarnos día con día, sino admitir
que contamos con cosas positivas en nuestra personalidad así como con áreas que
nos ofrecen oportunidades de mejorar. Requiere también el valor de vernos tal
como somos, lo que hemos hecho de nosotros, en quién nos hemos convertido, con
total honestidad para ubicar aquéllos aspectos que nos agradaría reforzar y
aquéllos que nos gustaría modificar para entonces, entregarnos a la tarea de
hacerlo.
Cuando logramos identificar
aquéllas críticas y juicios que infligimos sobre nosotros mismos, podemos
transformarlos en premisas positivas.
Si logramos
reconocer las situaciones en las que surgen nuestros valores como la
honestidad, la confianza, la humildad y creatividad, así como cuando
experimentamos nuestra capacidad de amar, de agradecer, de perdonar, podemos
conectarnos con los aspectos positivos de nuestro ser.
El amor por uno
mismo es el principio, no el fin, es el camino, no el destino, es una diaria
experiencia que constituye la razón del existir. No es un camino corto, ni
recto, ni plano, sino todo lo contrario, es un camino largo, con curvas,
desviaciones, pendientes cuesta arriba y en descenso, pero que en cada paso va
dejando una experiencia útil.
El amor a uno mismo
implica apreciar lo que somos, relacionarnos con nosotros mismos de manera
amorosa y benevolente, aceptarnos tal y como somos, reconocer nuestros puntos
fuertes, cuidar nuestro cuerpo, pensar bien de nosotros mismos y procurarnos un
buen trato.
El exceso de amor a
propio conduce a la soberbia y egocentrismo, por lo que para mantener nuestra
autoestima en niveles saludables, hay reconocer también la valía de los demás y
verlos como a nosotros mismos.
“En los rostros de los hombres y las mujeres veo a
Dios”.
Walt Withman
“El autoconocimiento comienza con la autoaceptación.
Acéptate y te conocerás mejor”.
Erich Fromm
CPC070512