martes, 23 de abril de 2013
domingo, 7 de abril de 2013
Expectativas
"Hay que tener aspiraciones
elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas".
H. Stein
Desde nuestra más tierna infancia nos enseñaron que lo que se espera de
nosotros es que seamos buenos niños, hijos obedientes, hermanos solidarios,
estudiantes brillantes, con buena conducta y calificaciones sobresalientes, que
nos comportemos adecuadamente, ideas que en gran medida contribuyeron a nuestra
formación. Sin embargo, a medida que crecemos continúa el bombardeo de lo que
se espera de nosotros, que tengamos un buen trabajo, que tengamos una buena
pareja, que logremos más que nuestros padres, que ganemos buen dinero, que
sobresalgamos en nuestro trabajo y que poseamos bienes materiales y estatus a
determinada edad. Los medios de comunicación contribuyen en gran medida a
imponer la cuota que debemos cubrir para que seamos socialmente aceptables, la ropa
que debemos vestir, el auto que deberíamos tener, el reloj que deberíamos usar,
el teléfono celular o lo último en equipo tecnológico.
El mensaje que recibimos es que si no cumplimos con lo que se espera de
nosotros no seremos dignos de obtener reconocimiento ni amor.
Si bien nuestro esfuerzo es necesario para salir adelante en la vida, la
carga que conlleva tener que cumplir las expectativas de los demás es una carga
pesada de sostener y a veces pareciera que por más que nos esforcemos, nada
resulta suficiente para cubrir la cuota para que los demás nos acepten y nos
quieran, porque siempre habrá algo que nos falte.
El mensaje último es que estamos incompletos y que no somos merecedores de bienestar y amor por lo que somos. Por lo tanto, nosotros mismos creamos altas expectativas acerca de las cosas, las personas o nuestras experiencias. Y si los resultados difieren de lo que esperábamos, entonces caemos en frustración, angustia, enojo, ira, decepción, nos sentimos poco valorados, sentimos que la vida es injusta, que los demás son injustos y toda una serie de emociones que nos llevan a estados negativos.
El mensaje último es que estamos incompletos y que no somos merecedores de bienestar y amor por lo que somos. Por lo tanto, nosotros mismos creamos altas expectativas acerca de las cosas, las personas o nuestras experiencias. Y si los resultados difieren de lo que esperábamos, entonces caemos en frustración, angustia, enojo, ira, decepción, nos sentimos poco valorados, sentimos que la vida es injusta, que los demás son injustos y toda una serie de emociones que nos llevan a estados negativos.
Es válido esperar de la vida lo mejor, por el simple hecho de ser hijos
de Dios, por ser seres únicos e irrepetibles, a su imagen y semejanza y
merecedores de toda cosa buena, visión que además contribuye a elevar nuestra
autoestima, posición que dista mucho de caer en la expectativa de ser
reconocidos constantemente por los demás para sentirnos importantes y bien con
nosotros mismos. Es entonces cuando creamos altas expectativas de los
resultados de lo que hacemos, de las relaciones que mantenemos y de las
experiencias que vivimos.
Una de las enseñanzas de Jesús de Nazareth fue que “Es mejor dar que recibir”. Sabemos que el que quiere recibir primero
tiene que dar y que no es posible dar aquello que no se tiene, y ente sentido,
es factible que no recibamos todo lo que pretendemos porque nosotros no lo
estamos dando, pero también es factible que lo que estemos dando lo estemos
haciendo con la intención de recibir algo a cambio, esperando recibir mucho
pronto, entonces nos estamos moviendo desde el interés en lo que podemos
obtener de los demás, en el beneficio que nos pueden proporcionar, estamos
creando altas expectativas de los demás.
“Enséñanos buen Señor, a servirte como mereces, a dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas y a no buscar descanso, a laborar sin pedir recompensa excepto saber que hacemos tu voluntad.”
San Ignacio de Loyola
Es legítimo tener el anhelo de ser queridos, bien tratados y de obtener
buenos resultados por nuestras buenas acciones, un reconocimiento por nuestra
labor, es esperar el bien siempre. Es legítimo tener aspiraciones de mejora
personal, profesional y proyecto de vida. Es legítimo tener sueños por cumplir,
deseos que satisfacer, esperanza en una vida mejor, sin embargo crear altas
expectativas con respecto a los demás nos conduce a la frustración.
Mientras más elvada sea nuestra expectativa, aimenta el riesgo de una
desilusión mayor. Si esperamos respuesta inmediata de los demás nos movemos en
realidad desde el ansia de obtener un beneficio a cambio, y si lo recibimos,
sólo entonces nosotros podremos valorar a los demás, es decir, si cumplen con
nuestras expectativas.
En realidad nada nos obliga a cumplir las expectativas de los demás ni
nadie está obligado a cumplir nuestras propias expectativas. Somos lo que
somos, valemos por lo que somos, por nuestra individualidad y autenticidad. Y
esto no se logra sino cuando dejamos de compararnos con los demás y comparar a
los demás entre sí y los aceptamos tal y como son, así sin más.
Vivir sin expectativas, es la verdadera bondad y generosidad, dar por el
bien que genera en los demás, no por recibir agradecimiento o porque nos
reconozcan o por que hablen bien de nosotros o porque nos apoyen cuando
nosotros lo necesitemos.
Resulta más sano y más feliz cuando sorpresivamente, justo cuando menos lo esperamos, recibimos una muestra de apoyo, de afecto, de solidaridad, de aprecio, de amor. Esos se convierten en regalos de la vida, en actos de Dios, para hacernos ver que no estamos solos. El día que nos sorprende un "te admiro", "te felicito" o un “te quiero” sin esperarlo, es una sensación y un recuerdo que perdura mientras estemos vivos y podamos recordarlo. Y esas sorpresas son la base de la felicidad. Resultados de diversos estudios arrojan que las sorpresas agradables producen en nuestro cuerpo dopamina que provoca mayores sensaciones de placer que cuando esperamos certeramente lo que sucederá.
Resulta más sano y más feliz cuando sorpresivamente, justo cuando menos lo esperamos, recibimos una muestra de apoyo, de afecto, de solidaridad, de aprecio, de amor. Esos se convierten en regalos de la vida, en actos de Dios, para hacernos ver que no estamos solos. El día que nos sorprende un "te admiro", "te felicito" o un “te quiero” sin esperarlo, es una sensación y un recuerdo que perdura mientras estemos vivos y podamos recordarlo. Y esas sorpresas son la base de la felicidad. Resultados de diversos estudios arrojan que las sorpresas agradables producen en nuestro cuerpo dopamina que provoca mayores sensaciones de placer que cuando esperamos certeramente lo que sucederá.
Una forma de disminuir o reducir nuestras expectativas es aceptarnos tal
y como somos, en este momento. Aceptar nuestra vida tal y como es en este
momento, aceptar a nuestros familiares tal y como son en este momento y
ponernos en disposición de apreciar lo que ellos son, lo que hacen por
nosotros, encontrar lo que para ellos significa lo que hacen por nosotros, esas
pequeñas cosas que muchas veces pasamos por alto, darles gran valor, ponerlas
en alta estima, enfocarnos en lo positivo de las personas.
Aceptar no es conformarse. Es admitir lo que es, sin privar al otro y a
uno mismo de la oportunidad de mejorarse.
Es igualmente válido y sano expresar lo que esperamos de los demás y solicitar nos expresen que es lo que se espera de nosotros.
Es igualmente válido y sano expresar lo que esperamos de los demás y solicitar nos expresen que es lo que se espera de nosotros.
El beneficio más importante que obtenemos cuando reducimos nuestras
expectativas es que evitaremos caer en el enojo y frustración porque las cosas
no salieron como las queríamos, cuando las queríamos. Al recibir las
situaciones y las personas como se presentan, estando abiertos a apreciar lo
positivo de ellas nos muestran, el beneficio, finalmente, llega por si solo.
Y es que nada hay tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad.
Friedrich
Nietzsche
CPC120512
Resilencia
“Existen
caídas que nos sirven para levantamos más felices"
Shakespeare
Resiliencia es la habilidad para para
reponernos y levantarnos, para salir adelante después de la adversidad, del
trauma o la tragedia, que nos ofrece la oportunidad de conocernos y crecer y
todos podemos desarrollarla.
La resilencia nos permite ver la
oportunidad ante un evento difícil aun cuando sentimos miedo.
"Una experiencia
nunca es un fracaso, pues siempre viene a demostrar algo"
Thomas Alva Edison
Somos resilentes cuando decidimos encontrar
el significado y el aprendizaje de la situación en vez de permanecer buen
tiempo cuestionándonos por qué tuvo que ocurrirnos a nosotros.
"Cada fracaso le
enseña al homre algo que necesitaba apender"
Charles Dickens
Para desarrollar la resilencia es preciso
buscar e identificar en nuestro interior los recursos con los que contamos,
como son la fortaleza y entereza, que hemos reconocido al haberla utilizado en
alguna experiencia difícil en el pasado, para hacer frente a la situación
presente.
Reconocer lo que está fuera de nuestro
control y aquello sobre lo que sí tenemos control, como la actitud con la que
decidamos enfrentar el problema, la interpretación que de él concebimos, el
significado que tiene para nosotros.
"Si no está en tus manos cambiar una
situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que
afrontes ese sufrimiento."
Viktor Frankl
Reconocer que los nuestros pensamientos y
emociones ejercen influencia sobre nuestras reacciones y conductas.
Distanciarnos física y emocionalmente de la
situación sin emitir juicios en detrimento nuestro auto concepto y del concepto
que tenemos de los demás.
Buscar el lado positivo de la situación,
que siempre podemos encontrar, aun valiéndonos del humor.
Pedir ayuda de quienes pueden ofrecernos un
respaldo emocional en tiempos difíciles.
La vida puede presentarnos muchas
experiencias dolorosas, duras y difíciles. Si se presenta ante nosotros es
porque contamos con los recursos necesarios para enfrentarla y la capacidad
para reconocer lo que de nosotros nos enseña.
“Lo
que no me mata me fortalece”
F. Nietzsche
CPC7 mayo 2012
Los dobles mensajes
En
nuestras relaciones personales con nuestra familia, pareja, hijos, existen
mensajes ocultos, con palabras se dice una cosa y entre líneas o con los gestos
se dice otra, en ocasiones no intencionales, en otras con toda intención, lo
cual constituye un vicio en la comunicación ya que afecta y destroza la
confianza. La comunicación no verbal, es decir corporal, juega un papel
relevante en el mensaje que deseamos transmitir, éste siempre es nuestra
responsabilidad. No es responsabilidad del otro entender lo que yo quiero decir
o adivinarlo. Lograr la congruencia entre lo que se dice y lo que dice el
cuerpo es la mejor técnica de una comunicación efectiva que permite fomentar la
confianza y la relación fraternal que debe prevalecer en el seno familiar.
Los
mensajes ocultos se conocen como mensajes indirectos o dobles mensajes y son
muy comunes en la conversación y todos los hacemos bajo ciertas circunstancias,
a veces sin darnos cuenta ya que se presentan cuando no coincide nuestro lenguaje
verbal con el no verbal que casi siempre evidencia nuestras verdaderas
intenciones.
Nuestro
comportamiento siempre refleja nuestros valores y éstos se ven reflejados en
nuestras costumbres de comunicación, si cada vez que queremos obtener algo de
una persona, tratamos de engañar o mentir mediante un doble mensaje, estamos
revelando nuestros valores y ello nos confiere poca confianza ante los demás.
Los
dobles mensajes en la comunicación dentro del núcleo familiar no solo nos
incapacita para conectar con lo que en realidad hay en nuestro interior, sino
que se erige como un poderoso medio de control de otras personas, creando
relaciones falsas y destructivas.
Esconder
o manipular información no es hacer menos daño, sino utilizar, por considerar
incapaces a los demás de decidir por sí mismos, inexpertos o inmaduros. Quien
miente manipula y no porque sea malo mentir sino porque la falta de sinceridad
otorga una inexistente sensación de poseer o dominar a la otra persona.
Comunicarnos
con dobles mensajes de manera sistemática es una actitud que no refuerza
valores morales ni éticos. La confianza se crea desde la percepción de que las
palabras no tienen doble sentido, ni juicios, ni mentiras.
Aceptar
a los demás con sus defectos y virtudes es muy importante para lograr el
sentimiento de confianza, todos somos diferentes y esas diferencias son muy
valiosas cuando tratamos con los demás, siempre podemos aprender mucho de las
personas que sienten y entienden las cosas de modo diferente al nuestro.
Las
falsas promesas, la falta de sinceridad, la doble intención del mensaje, se
convierten en barreras para una comunicación sana. Los dobles mensajes matan
las relaciones.
Aprender
a evitar los dobles mensajes es cuestión de aprender a comunicarse mejor. Las
relaciones mejoran radicalmente, la comunicación se vuelve efectiva porque los
mensajes fluyen fácilmente prevaleciendo los sentimientos y los valores.
Casi
siempre el el lenguaje no verbal es mas poderoso que el verbal y si no sabemos
evitar los dobles mensajes las respuestas que obtengamos puden ser diferentes a
las que esperamos obtener
CPC26 junio 2012
La ilusoria realidad
Es que en realidad nadie conoce la realidad. Tu realidad no es mi realidad, tu realidad esta compuesta de tus conceptos, tus creencias y tus juicios y la mía de los míos y la de él, de los de él y la de ellos, de los de ellos. Coincidirán en determinados puntos y en otros serán opuestos. Entonces es cuando la convivencia requiere respeto por lo que difiere de lo que yo pienso creo y veo como realidad y de la empatía para tratar de entender lo que es esa realidad para los otros.
Hay cosas que en el fondo nuestro
nos agradaría que sucedieran, pero no suceden y nos molesta, nos frustra y nos
decepciona. No podemos vivir de ilusiones, porque mientras más esperamos que
las cosas sucedan como las deseamos mas nos alejamos de ello, presionamos tanto
que en vez de atraerlo lo alejamos porque se convierte en necedad de nuestra
parte querer sacarle a fuerzas peras al olmo. Es tarea imposible, desgastante,
frustrante. Y todo surge en nuestros más íntimos anhelos de que la vida nos
recompense de alguna forma el sufrimiento vivido que deseamos que un día por
fin nos encuentre. Y no se trata de matar la fe y la esperanza, eso por mas que
uno diga que no, siempre existe muy escondido, muy en el fondo un íntimo anhelo
de que un día nos sorprenda el encuentro con ese anhelo. Tanto así que a veces
confundimos los sucesos con el mismo, y lo analizamos por todos los ángulos
tratando de convencernos de que en realidad si lo es, nuestros ojos se ciegan
ante las indicaciones de que no lo es y nos aferramos a querer encajarlo con nuestro
deseo. Y cuando por fin después de empujar mucho, nos damos cuenta de que no lo
es sufrimos desgarradoramente.
Porque insistimos en que la vida
compense nuestro dolor de alguna forma si nosotros mismos hemos creado nuestro
sufrimiento, a través de nuestras creencias y juicios y nuestro pasado, porque
seguimos castigándonos por ello en nuestro presente no concediéndonos la
libertad de vivir sin ilusiones, porque desde lo mas profundo de nuestro ser se
prende esa ínfima llama de esperanza ante el menor viso de su presencia, que es
lo que hace que aun a pesar de lo vivido se alimente una ilusión, una esperanza
un anhelo? Es la fe? Es Dios?
Y si lo encontramos hacemos todo
para alejarlo para mostrarnos a nosotros mismos que no lo merecemos que no es
para nosotros que nunca tendremos derecho a algo así de bueno. Y sufrimos más.
Hasta que te hartas, hasta que
decides conscientemente matar toda esperanza y convencerte de que no eres
merecedor de eso que anhelas, que eso no es para ti, porque si lo fueras lo
atraerías como la ley física que dice que lo semejante atrae a lo semejante y
si sigues atrayendo lo contrario quiere decir que en tu interior aún existen
cosas que no corresponden al ideal y que hay que modificar hasta lograr atraer
exactamente lo que uno desea.
Y quien decide que algo no es
para ti, quien decide que no es tu momento, quien decide que eso es lo que te
corresponde. Tú mismo, tus pensamientos deben ser semejantes a lo que deseas
solo así lo atraerás a tu vida, pero si en ello es se encuentra imbuida el
ansia por lograrlo, el deseo de manipular, la prisa por obtenerlo, te alejan de
tu deseo.
No se puede vivir sin deseo, son
inherentes al ser humano, aunque no los quieras ahí están si quieres
escondidos, abandonados, tapados, arrumbados, pero están. Lo que debemos
aprender es a controlar nuestros pensamientos acerca de nuestros deseos, hay
que reconocer que en el fondo desearíamos tal o cual cosa, pero no presionar a
que se de, dejar que las cosas fluyan con actitud ligera, sin propiciar nada,
sin forzar nada, aceptando nuestras vivencias sin desaprobarlas ni enojarnos
por que no coinciden con nuestros
deseos, solo estar atentos a que es lo que nos muestran que falta incluir en
nuestro pensamiento respecto de ellos. Quizá falte convicción, quizá falten
detalles, quizá falte desprendernos de nuestras viejas creencias de que no lo
merecemos.
Alimentar una ilusión es
alimentar nuestro sufrimiento, un sufrimiento vano, inútil, fútil que no hace
sino estancarnos y encadenarnos a un presente que no tiene futuro y que nos
sumerge en una confusión que creemos que es la real.
Nada sino nuestro pensamiento
determina nuestra experiencia, si creo en la maldad, experimentare maldad, si
creo en el dolor experimentare dolor, si creo en el sufrimiento experimentare
sufrimiento, si creo en la deslealtad, experimentaré deslealtad, si creo en el
desprecio, experimentaré desprecio, solo en mi pensamiento puedo destruir la
ilusión, solo en mi pensamiento puedo destruir una creencia solo en mi pensamiento puedo destruir la esperanza
falsa y solo desde mi pensamiento puedo construir mejores experiencias.
CPC12 de mayo 2012
Comuniación y lenguaje
"El
sabio sopesa las palabras en una balanza de oro"
(Cita
bíblica)
Las
palabras tienen poder. El lenguaje nos libera, nos define, nos construye. Eric
Idle dijo "Los palos
y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras pueden llevarme a un
rincón y hacerme llorar por horas". Tanto mis palabras como
las de otros tienen un impacto en quien las escucha.
Inmersos
en nuestra cotidianidad muchas veces nos dejamos llevar por el cansancio, el estrés,
el abatimiento e iniciamos conversaciones que derivan en discusiones en
ocasiones desencadenadas por muchas veces por trivialidades.
Si
nos dejamos llevar por la necesidad de refutar los argumentos del otro, de imponer
nuestra verdad, de enfatizar el error, de defendernos, al calor de la
discusión, corremos el riesgo de encontrarnos en una situación en la que ya no
hay retorno, o se cede al silencio a menudo cayendo en frustración con el
consecuente deterioro de la comunicación o se cae en un círculo vicioso de
agresiones y arrepentimientos.
El
acuerdo total no existe, a veces pareciera existir un abismo entre las
definiciones contenidas en el diccionario y el significado que tienen para cada
uno de nosotros las palabras.
Hagamos de nuestras palabras instrumentos de paz y no de guerra.
Asumir
que sabemos lo que el otro quiere decir y que el otro entendió lo que queremos
decir es uno de los principales obstáculos de la comunicación. Tenemos que
tomar la responsabilidad de nuestras palabras y de que el mensaje llegue como
queremos.
El
reto es tratar de indagar, comprender y expresar lo que significa lo dicho para
quien lo dice y para quien lo escucha.
Imbuir
a las palabras y dotarlas de la intención sincera y honesta de hablar desde
nuestro interior puede mejorar nuestra comunicación y enriquecer nuestras
relaciones.
De
igual relevancia que las palabras, los siguientes factores contribuyen a
mejorar la calidad del mensaje:
·
Hablar
desde nosotros en vez de señalar al otro.
·
Desarrollar
la serenidad y la cortesía. Antes de permitirnos entrar en un estado de
alteración, conservar la calma, hasta escuchar el mensaje completo.
·
Ser
directo y conciso, en ocasiones el exceso de explicaciones, divagaciones o
ejemplos desvía el enfoque de la conversación.
·
Suprimir
los juicios, las críticas y las quejas. Si no es amable y bueno, es mejor no
decirlo.
·
Evitar
dar consejos o decir que "deben" o "deberían" estar
haciendo los demás.
·
Evitar
ser rudo, agresivo o hiriente, así como tratar de mostrar superioridad, sarcasmo,
desacreditación o desinterés.
·
Liberar
la necesidad de que los demás estén de acuerdo con uno y tener la razón.
·
Verificar
que el mensaje ha sido transmitido conforme a lo deseado a fin de evitar malos
entendidos.
La
comunicación además involucra otros dos aspectos de igual trascendencia.
Escuchar
lo que el otro tiene que decir con verdadero interés, con atención, sin
interrumpir ni adivinar lo que el otro va a decir, sin completar sus frases y
evitando distraer la mente con lo que le vamos a responder.
La
comunicación no verbal comprende la mirada, el tono de voz, la cercanía
corporal, los movimientos corporales, la gesticulación así como la postura.
Buscar la coherencia entre las palabras y el lenguaje corporal conlleva una
mejora en la transmisión de nuestro mensaje.
"Las palabras sin afectos nunca
llegarán a oídos de Dios".
William
Shakespeare
CPC210612Perdón
“El
que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”
Martin
Luther King
Cuando alguien nos
agrede, nos hiere, nos humilla, nos ofende, nos perjudica, nos golpea con
palabras, acciones o golpes, nos maltrata física o emocionalmente, nos trata
con violencia, sentimos que ha sido injusto o deshonesto, o de alguna forma nos
provoca sentimientos de enojo, rabia, ira, odio, nos cuesta mucho trabajo
perdonarlo, a veces toda la vida. Y qué decir de las grandes injusticias de la
humanidad, situaciones extremas como los grandes castigos que gente inocente ha
tenido que padecer a causa de la intolerancia de unos pocos como el genocidio y
similares.
A veces resulta
inevitable sentir el deseo de hacerle sentir al otro de igual forma en que nos
hizo sentir. Entonces lo castigamos no perdonándolo, no olvidando lo que nos
hizo, nos distanciamos emocional y físicamente de esa persona, lo cual a veces
es lo más prudente, sin embargo, al no perdonarlo, no estamos castigando a esa
persona, sino a nosotros mismos.
“Vengándose,
uno iguala a su enemigo;
perdonando,
uno se muestra superior a él.
Francis
Bacón
Otorgar nuestro
perdón a alguien que nos hizo daño, que nos lastimó, que nos hirió, no los
libera a ellos de la responsabilidad de sus actos, nos libera a nosotros de
seguir encadenados a ellos y al sufrimiento que nos provocaron y que hemos decidido
seguir recordándolo y cargando siempre, alimentando de este modo nuestro
resentimiento, rencor y amargura. El mayor sufrimiento no lo lleva quien no es
perdonado, sino quien no otorga el perdón.
No perdonar
conlleva destinar buena parte de nuestro tiempo, energía, pensamientos y
emociones a recordar lo que nos hicieron.
Perdonar no quiere
decir que aceptemos lo que nos hicieron, que lo justifiquemos, no significa
humillarnos ante el otro para permitir que nos haga más o a otros les haga lo
mismo, ni pretender que lo que paso en realidad no sucedió. Tampoco significa
restaurar una relación si en realidad no lo deseamos, ni continuar teniendo
trato o ser amigo del victimario.
Perdonar no
significa que seamos débiles, ni cobardes, no implica darle la razón al otro,
ni elevarlo por encima de nosotros.
Perdonar tampoco
significa olvidar lo sucedido. No se puede deshacer un agravio, ni borrar el
pasado. Los acontecimientos formarán parte de nuestra experiencia y nuestra
historia personal, nuestras experiencias son parte de nosotros.
Perdonar significa
liberarse uno mismo de esos sentimientos y emociones negativas que no nos
benefician, que nos obstaculizan y nos atan al pasado.
“Si
no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo,
por
tu propio bienestar”
Dalai
Lama
Perdonar significa
disociarnos de los sentimientos y emociones negativas que nos produjo el evento
a través del entendimiento de lo que de nosotros nos enseña. Es tomar la
decisión de ver más allá de nuestras interpretaciones. Es un bien que nos
procuramos y el mayor acto de amor a uno mismo. Es cruzar el umbral de nuestro
ego herido y el dolor hacia la paz, para trascender la situación a través de la
elevación de nuestro nivel de conciencia.
Ciertamente no es
un proceso fácil. Requiere tiempo, paciencia, consideración, compasión,
humildad, tolerancia y amor. Requiere análisis de la situación, interioridad
con total honestidad. Perdonarnos, perdonar, ser perdonado, son las tres
dimensiones del perdón que es preciso abarcar. El primer paso es entrar en disposición
de perdonar.
Perdonarnos.
Tenemos derecho de cometer errores y de equivocarnos. Reaccionamos de acuerdo a
nuestra programación mental, nuestros aprendizajes, nuestras interpretaciones.
Tenemos la opción de juzgarnos severamente y castigarnos o de ser amables,
tolerantes y considerados con nuestras fallas, aceptando nuestra parte obscura,
nuestra sombra, para entrar en disposición y de hacerlo hacia los demás.
Perdonar. Tenemos
derecho de externar las razones que provocan nuestro enojo o molestia,
controlando la impulsividad y la ira. Si estas emociones no se expresan o se
liberan adecuadamente se acumulan y se somatizan.
Ser perdonados.
Tenemos el derecho de reconocer y admitir nuestros errores. Asumir la
responsabilidad de nuestros actos y palabras. Tenemos la opción de dejarlo
pasar así o de ofrecer una disculpa sincera y de pedir perdón y si se requiere,
tomar acciones para enmendar lo que provocamos.
“El
perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos
más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz
tu alma y la tendrá el que te ofendió”.
Madre
Teresa de Calcuta
Para desarrollar
nuestra capacidad de perdonar hay que aprender a distanciarnos de la situación.
Verla desde fuera, desde la posición del otro, concediendo a cada suceso la
importancia que merece, identificando la emoción que nos produce el agravio y
la persona que lo provocó y lo que se oculta detrás de esa emoción, quizá
despierte de algo no resuelto dentro de nosotros.
Identificando la
verdadera intención del otro que motivo el agravio, nos lleva a ser más
considerado en nuestro juicio que de él hemos formado a partir del suceso, para
verlo como víctima de sus propios errores y carencias.
“Perdón
es una palabra que no es nada,
pero
que lleva dentro semillas de milagros”
Alejandro
Casona
Los beneficios de
perdonar son muchos. Nos libera del peso del pasado. Nos ayuda a desarrollarnos
y crecer. Fomenta emociones positivas como el amor, la tolerancia, la compasión
y la alegría, que se ha comprobado científicamente que estimulan el sistema
inmunológico. La incapacidad de perdonar al igual que la tendencia al
resentimiento y los deseos de castigar están vinculados al cáncer, al aumento
de la presión sanguínea y al ritmo cardiaco, además de estrés, ansiedad y otras
dolencias.
“El
perdón es el agua que extermina los incendios del alma”.
Anónimo
CPC 7 abril 2012
Identificación de creencias
El camino más común para identificar aquello que creemos, es la reflexión detenida y honesta, cuestionando lo que creemos de nosotros mismos, de nuestro entorno, la familia, los amigos, el dinero, el trabajo, la vida, la muerte, etc., en fin aquello que nos importe y sea trascendente enlistando en una columna aquellas que consideremos que nos han impulsado de alguna forma y en otra columna aquellas que nos hayan limitado en un momento dado.
Una vez que se ubiquen las creencias limitantes, reconstruirlas en términos potencializdores. Cabe la precisión que exiten creencias a nivel no conciente que pudieran no descubrirse en un primer ensayo por lo que resulta fácil hacer el ejercicio por áreas y en varios momentos, ya que al igual que al igual que una cebolla que tiene muchas capas, las creencias tienen muchas facetas en cada aspecto de neustra vida.
CPC070512
Dolor y sufrimiento
El ser humano es un
aprendiz y el dolor su maestro.
Nadie se conoce a sí
mismo hasta que no ha sufrido.
Alfred de Musset
Sentir dolor es uno de los grandes temores del ser
humano, no esperamos que nos hagan daño, ni que se los hagan a nuestros seres
queridos, queremos evitar que nuestros hijos sufran, quizá nuestros padres
desearon lo mismo, sin embargo, el dolor es algo natural y todos de una u otra
forma lo experimentamos.
Podemos sentirnos dolidos por una
agresión física o verbal, una pérdida, una ausencia, el fin de una relación.
Nos duele la incomprensión de los demás, la falta de respeto con palabras o con
acciones, la mentira y el engaño, la traición e injusticia. Duele la falta de
correspondencia de los demás, el daño moral, el abandono, el abuso, la soledad,
el vacío. Duele nuestra infancia, nuestro pasado, nuestro presente, el futuro.
Duele lo que fue, lo que no fue, lo que será o lo que podría haber sido o
podría llegar a ser. Este sentir puede llegar a ser tan intenso y profundo que
sentimos que nos desgarra y resquebraja más allá del cuerpo, hasta el alma
misma y parece sucumbirnos. Nos conduce a cuestionarnos una y otra vez porque
suceden así las cosas, justo a nosotros, porque de nuevo, porque de esa forma y
demás porqués. Nos sentimos amenazados, vulnerables, con incertidumbre,
incapaces de tolerarlo, sobrellevarlo o incluso de seguir adelante; indefensos,
impotentes y sin control alguno sobre la situación y no tenemos idea de que
hacer con eso que sentimos, al no poder apartarlo de nuestro sentir.
Donde hay mucho sentimiento, hay mucho dolor.
Leonardo da Vinci
Leonardo da Vinci
El dolor se vive diferente por cada
persona, mientras que un evento puede desmoronarnos y derrumbarnos a unos,
otros pueden hacerle frente de distinta manera.
Nuestra particular forma de interpretar el evento
doloroso puede incrementar su intensidad, es decir, el significado y dimensión
que le damos al evento así como nuestra actitud puede magnificar nuestro dolor.
Nuestros hábitos de pensamiento
pueden producirnos más dolor que el evento mismo cuando lo traemos a nuestra
conciencia desde que despertamos y en ocasiones durante el día nos cuesta trabajo
distanciarnos de él y deambulamos como con él a cuestas, convirtiéndolo
entonces en sufrimiento, que fácilmente puede conducirnos a una depresión.
El dolor es inevitable pero el sufrimiento es
opcional.
Buda
Este sufrimiento puede llegar a manifestarse
también físicamente en músculos, huesos u órganos.
Ignorarlo y pretender que no pasa
nada en nuestro interior, no evita que lo sintamos. Mientras más nos resistimos
a sentirlo, mientras más lo negamos, en nuestro interior mas se acrecenta y pervive,
se acumula y nos endurece, privándonos de la oportunidad de aprender de él.
Allí donde está el dolor, está también lo que lo salva.
Johann Friedrich Hölderlin
Johann Friedrich Hölderlin
La intensidad y duración depende de
nuestra personalidad, de nuestra forma particular de reaccionar ante el dolor
propio o ajeno, de nuestro estado anímico del momento, de nuestra fortaleza
emocional, de nuestras experiencias pasadas así como de nuestras creencias y
juicios.
El dolor precisa ser reconocido y expresarse. No se
trata de recrearnos en el dolor y sumergirnos por más tiempo en él, sino de
analizar e identificar que lo produjo y que ocurrió en nuestro interior.
Nunca se olvidan las
lecciones aprendidas en el dolor.
Proverbio africano
El llanto es la vía primaria de
expresión del dolor. Cuando nos damos cuenta de que el dolor esta presente,
nuestras lágrimas nos muestran que hay algo internamente que necesita nuestra
atención urgente y contribuyen a limpiar la herida y la preparan para sanar.
El dolor que no se desahoga con lágrimas puede
hacer que sean otros órganos los que lloren.
hacer que sean otros órganos los que lloren.
Francis J. Braceland
Dad palabra al dolor:
el dolor que no habla
gime en el corazón hasta
que lo rompe.
William Shakespeare
El siguiente paso es aceptarlo y
asimilarlo como parte de nosotros, de nuestra historia personal, de nuestro
ser, para abrir paso al aprendizaje que conlleva la experiencia de dolor en
nuestra vida, el conocimiento que de nosotros nos muestra, lo que podemos
modificar o lo que deseamos mejorar y darle así un significado y otra dimensión
a ese dolor en nuestra vida.
Siempre contamos con la posibilidad de modificar
nuestra actitud ante la situación dolorosa, siempre tenemos la posibilidad de
rectificar nuestro pensar respecto de lo que nos produce dolor, sin que ello
implique que nos convirtamos en seres indolentes y duros.
Si no está en tus
manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la
actitud con la que afrontes ese sufrimiento.
Viktor Frankl
Ningún lazo une tan
fuertemente dos corazones como la compañía en el dolor.
Robert Southey
Poner distancia entre nuestro sentir y la situación
ocupando nuestra mente en actividades, situaciones, lugares y personas que
ejerzan una influencia positiva en nuestro ánimo, puede contribuir a allegarnos
de la fuerza y energía necesaria para superar una situación dolorosa. No se
trata de olvidarlo, taparlo y hacerlo a un lado, sino de disolverlo
gradualmente en nuestro interior.
Gracias a nuestra capacidad de sentir
dolor tomamos conciencia de nuestra condición humana, de nosotros mismos y de
nuestra capacidad de decidir si queremos continuar viviendo nuestras
experiencias desde el dolor o comenzar el camino del aprendizaje hacia el
desapego del mismo.
El camino de regreso a
Dios comienza con un corazón traspasado de dolor.
Nunca dejes que nada
te llene de tanto dolor o tristeza que llegue hacer que te olvides del gozo de
Cristo resucitado.
Madre Teresa de Calcuta
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